dimecres, 21 de novembre del 2007

Oda

Voy sabiendo algo de ti que me complace. Cuándo te da la gana ríes como un torrente. Rehúsas la tristeza, pero valoras la melancolía. Amas a quien te ama y no es culpa tuya, eres como eres. Recuerdas bien el sabor de lo bello, lo bueno, lo tierno y lo inocente y recoges las fresas salvajes del camino antes de que las aplaste la bota del tiempo que se escurre. Amas las cosas grandes y las pequeñas: al sol y a los niños.
Tus ojos brillan, tu deseo titila, tu fantasía tiene alas y alargas las noches de los sábados en vigilias de música y besos. De tarde en tarde te confiesas a otro corazón que te comprende.
Defines la libertad como la posibilidad de hacer lo que te gusta y sacas la lengua a la hipocresía y a las palabras carentes de sentido. Te miras al espejo y te encuentras digna de tu propia amistad. Prefieres desgastarte a enmohecerte, y éso me gusta. Admiro también la dispersión generosa de tus encantos y el ímpetu que asoma a tus ojos cuando te irritas. Eres gloriosamente ilógica y caprichosamente contradictoria, como la vida.
Ahora dame la mano, ya lo sabes, te quiero.