dijous, 7 de febrer del 2008

Pensava que no tornaria a sentir aquest sentiment mai més. Però altre cop m'he equivocat. Incertesa. La semana ha estat realment difícil per a mi. El dubte de l'ombra que fa tant de temps m'acompanya ha tornat a despertar-se...i de quina manera. Massa temps, masses dies, masses mesos convivint amb la tristesa de pensar que ho pots perdre tot i que mai no tornaràs a ser tu mateixa. Acceptar que la teva vida serà així sempre, que seràs una infeliç perquè mai tindràs el que vols, però sobretot perquè no saps el que vols. O potser sí, però no ho diràs per no fer mal i perquè realment vols sortir d'aquest forat. Encara que saps que tard o d'hora hi tornaràs a estar...perquè és el teu destí.

dimarts, 11 de desembre del 2007

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Cuando leas esta carta ya no estaré aquí:
Sé que no es una forma muy original de empezar algo así, quién sabe, quizás un..."Bienhallado, hoy me he vuelto a reunir con los papeles y la melancolía, para empuñar mi pluma".

Hoy retorno a las sombras que me crearon, hoy retorno a la oscuridad como despertada de un letargo en la penumbra en el que no me vela la luna llena. Retorno a las palabras, aquéllas que amenazaban tormenta en mi mente, que nublaron de llanto mis ojos y que me traen tantos y tan amargos recuerdos.
Recuerdos imborrables, un recuerdo a olvidar por cada pensamiento; y en el borde de cada lágrima, el reflejo del alba, que al fin y al cabo no es más que la sombra de tu sonrisa, y un rayo de tus ojos la luz del sol, loca. Sí, tal vez sea eso, tal vez sólo me esté volviendo loca; quizás los locos seamos el resto del mundo, tan sólo envidiados por el lado oscuro de la luna! Sí, tal vez sólo me esté volviendo loca.
Lágrima de recuerdo, de amor, quizás de confesión, no sé, sobre mi vida acecha un enorme e inmenso interrogante. Lágrima entre lágrimas vertida sobre montones de amarillentas y roídas fotografías que me recuerdan todas y cada una de las losas sobre las que, juntos, caminamos antes de que todo esto acabara...
Sí, esto te gustaba, el romanticismo, y me es muy difícil escribir pero a pesar de ello, no puedo evitarlo; me pasa, con los sueños, no puedo evitarlos, sobre todo cuando te cruzas tú en ellos...
Pero el romanticismo no es más que la capacidad de sufrir por amor, la desgracia en su puro placer, la desgracia de morir por amor.

Podría definirte de muchas y muy variadas formas, eres como un puñal que se hunde en las entrañas de corazones ajenos, o como un veneno que fluye por venas desconocidas; en cualquier caso, eres mortal, eres como un bote de cianuro apetecible, como una ceguera, tal vez una enfermedad incurable...
Eres el orden que desordena a la mismísima locura, eres la parte vital de una ensoñación de muerte y aún y así muero por tu culpa.

Y aquellos miedos temidos se convirtieron en irrisorias tinieblas afanosas de atraparme en sus redes; al final consiguieron aquello en que tanto empeño pusieron. Y maldigo el día en que por vez primera sonreí, porque de inmediato supe que, tras la sonrisa, el llanto me acunaría entre sus brazos. En un futuro que ya es pasado, no lo supe determinar y los besos rozaban mis recuerdos, besos cálidos, perdidos y lejanos ya como la lluvia que me inspiró estas palabras.

El esfuerzo de luchar por salir adelante en una vida aferrada a los recuerdos se convirtió en encuentros, paseos cercanos a la costa, y alguna que otra pelea que eclipsaba tu imagen y me devolvía a mi recuerdo. Ese maldito romanticismo otra vez amargaba mis pensamientos hasta lo más hondo de mi ser, como las botellas que en mi estómago vaciaba.
Pero aquella noche el mar saltaba con furia, las estrellas no alumbraban y la luna oscurecía por momentos escondida bajo el manto nocturno, hasta que la tormenta estalló y bajo el trueno, resonó el eco de tus pasos, y el alcohol empezó de nuevo su camino habitual, pero estacionándose esta vez en mi cerebro; se acomodó en la sangre, y se divirtió enterneciendo mis sentimientos, avasallando a la lógica, e inundando de romanticismo mis pensamientos predicándoles ideas de suicidio...Nunca entonces hubiera creído que el alcohol, siendo inhumano, fuera tan cruel.

Luego encontraste este montón de hojas donde no hallarás explicación alguna, -ni tan siquiera un "tú no tuviste la culpa"- pensarás, qué voy a decir, sabes que no se me daba bien mentir. Y al lado ves mi cuerpo, manchas de escarlata, el corazón sin bombear, la sangre secándose en mis venas, los pulmones vacíos de aire, y mi aliento más allá del éter; un rictus insaciable, la escasez de calor; y todo por tu defecto, pero no, así ya nunca te marcharás de aquí, para siempre estarás preso en mi alma; y, mientras tus ojos se derramen, y mientras sigas borrando párrafos con tus añoradas lágrimas, descarrilas tu mirada en mí, pero mis labios quedan en silencio, inmóviles, sellados por el inmenso acantilado de la nada; y cuando te vas, una ráfaga de viento me trae tu fragancia de vida, y mis ojos, que viste nacer cuando por primera vez te observaron, dilatados ya, se encaprichan en sumergirte en sus deseos. Y se dan cuenta, apenados, de que la coraza de su retina les impide moverse, apresándolos y recordándome que estoy muerta.

Esputo

Se levantó, confuso, con los miembros abotargados y sin tacto. Algo golpeteaba en sus sienes. Dio un par de pasos vacilantes y se aferró al marco de la puerta para no caer desvanecido. El dolor era excesivo. La visión, borrosa. Lentamente fue retornando a un estado más llevadero. Renqueó hacia el cuarto de baño mientras eructaba. Un barreño metálico con agua lo esperaba. Estaba sucia. Hundió sus manos en ella y se restregó la cara. Después, alcanzó una toalla que colgaba del grifo de la miserable ducha. Hacía ya demasiado tiempo que el barreño suplía sus funciones. La toalla estaba apelmazada y olía. También su aliento. Se enjugó el rostro y escupió en el barreño. El compacto y mugriento esputo se hundió pesadamente en el agua acompañado de un profundo sonido. Contempló con fascinación cómo se creaban ondas en la turbia superfície acuosa. De repente, su mirada topó con la imagen de otro ser. Era una imagen horrible, inmunda; una imagen que no quería reconocer como propia. Su asco y aversión hacia ella fueron instantáneos e infinitos. Con un iracundo y potente golpe del antebrazo precipitó el barreño contra el suelo. El recipiente, al rebotar sobre el enlosado, inundó con su estrépito metálico el repugnante bloque de viviendas. Por la ventana abierta penetraron los gritos viejos y roncos de una mujer. Era una voz quebrada por la ginebra, de no más de cuarenta años, que aparentaba por lo menos tener sesenta. El autor del estropicio sugirió a la mujer una acción en la que hacía partícipe a sus genitales, rubricando la frase con una clara alusión a la poco honrosa ocupación profesional que ésta ejercía todas las noches. La mujer calló. El hombre volvió a escupir. Tenía los pies mojados. Pensó en lo ridículo de su ser, de pie, semi-desnudo, con las plantas bañándose en agua sucia, el aliento pestilente, la mirada perdida, la mente maquinando insultos pobres y nada inteligentes. Estaba completamente sucio. Estaba sucio de la cabeza a los pies. Le hizo gracia este pensamiento. De la cabeza, a los pies...y se tiró de cabeza.

dijous, 29 de novembre del 2007

Narciso,

Siento el frío del banco de metal que me sostiene. Me alejo con el tren que lentamente vomita una espuma agria y caliente. El aroma de la desesperación va calando en mis huesos, que sólo aspiran a encontrar el sosiego en la oscuridad remota. Donde la luz no permita sombras ni destellos que reboten. La gente, gris y alienada, mira. Me mira y me señala con sus dedos, delatándome. Me roen recuerdos que queman mi dignidad. O quizás ya ni la destruyen, porque se extinguió con mis súplicas. Sembrar en el corazón la semilla de la humillación, si es por amor, debe ser maravilloso, pues la correspondencia del amado riega la tierra seca del amante y nace un árbol frondoso y fértil. Porque las penas y la desesperación de la sequedad del crudo invierno se diluyen ante la llegada húmeda y copiosa de la primavera que trae lluvias de afecto. Y florecen triunfantes los pechos de los amantes.
Pero tu frío ha resecado mi arena. Has hecho que se haya consumido en vano mi entrega. Ahora, ya sólo puedo irme lejos, en busca de un cobijo para mis enjutos sueños. Lejos del objeto de mi perdición. Lejos de ti. Pero mi voz seguirá repitiendo tus duras respuestas. Roeré tus oídos haciéndote prisionero de tus propias dudas. Conseguiste mi destrucción dedicándote palabras amables. Sólo a ti, sólo contigo. Siempre ocupado en cuestionar tu armonía. El único centro de tu persona eras tú mismo: tus formas, tu aroma, tu tacto, tu voz... Tu imagen derrotó las delicias que yo te ofrecía, las pisoteó. Nada me queda, nada. Sólo una voz que se lanza al vacío. Era la música lo que nos acercaba. Fue obsesión lo que aisló. Y es mi derrota lo que me arrastra ahora.
Pero, aunque me he rendido, después de haber perdido, te he dejado un tormento tortu-ra de amor. Porque fue mi voz grave y mi timbre profundo lo que bailabas en tu escena en el momento en que los espejos te mostraron tu belleza endemoniada, que me enloquecía. Y, escuchando mi canto, enloqueciste, vencido también por tu belleza. La causa de mi martirio fue tu amor egoísta, enfermizo.
La única prenda de venganza que te he dejado antes de partir, es el reflejo indefinido de mi voz. Repetiré con el mismo tono cada lamento cegado que escupas. Tú no ves la realidad sólo persigues reflejos. Yo perseguiré tus palabras ímpias manchadas por la atracción de tus líneas. Yo seguiré repitiendo tus preguntas, y las haré perpetuas ahogándote el silencio. Mientras tú sigues en tu sala, bailando. Con una clase y un estilo afectados. Fijado en el frío cristal. En un llano cristal. En simple cristal.
Desaparezco. Mis huesos espolvoreados por el viento del desprecio se pierden por las grietas del olvido. Fisuras sin fondo abiertas por tus burlas y tus rechazos cortantes. Pero mientras me confundo con la tierra en las entrañas del mundo feliz que me has prohibido, puedo oír. Oírte. Oír mi propia voz repitiendo tu llanto. Redobla absoluto mi sonido, agudo y definitivo. Reproduce mi tono el preludio de tu fin, duplicando el sufrimiento que sientes. Perpetuando la angustia que te invade al descubrir que tu afilada imagen se desmenuza, que trizas de tu fiel reflejo cristalino cortan tus ideales, te arrebatan la vida. Puedo oír tu último adiós. Te arrepientes ahora de haber saltado hacia tu único deseo, confinado a no alcanzarte. Has osado arremeter con pasión el cuerpo que te sedujo, rompiendo el eje que te igualaba a él, a tu visión perfecta. Frívola, incorpórea, inaccesible.
Ya se clava mi vacío en la nada, retorna una y otra vez la prueba de tu fracaso, de tu perdición maldita. Se han cumplido los temores, los presagios de tus padres. Sólo perdura mi venganza inútil que resuena acompasando nuestras muertes.

dimarts, 27 de novembre del 2007

La persistencia de la memoria

Creo que fue por culpa de la persistencia de la memoria el hecho de que los relojes derretidos anulen mis horas.
Mientras observo las imágenes suscitadas por una libre asociación de ideas, no entra en mí ni Dalí, ni su mito, ni tan siquiera el genio que lo creó. Puedo desconocer totalmente la teoría "paranoica-crítica", los estilos minuciosos y los realistas; y sin embargo sentir que yo me fundo progresivamente con los relojes, que olvido a pesar de una persistente memoria y que empiezo a prescindir de un título, de un autor, y de una fecha. No es un mero contacto sensible con un lienzo, sino que me integro en algo que ni siquiera entiendo. ¿Paradógico y extraño?. No lo creas; es un pasaje de los más cotidianos que he podido vivir; cada día me integro en una sociedad que no entiendo y vivo en un cuerpo que, dado que tampoco entiendo, transformo según mi razón e incluso a veces según mi pasión. Es en esos momentos cuando logro aislarme de todo cuando envidio esa capacidad de disolución y deformación de los objetos, y es entonces cuando me enfrento a las figuras geométricas y a ese substratum que me recuerdan que mi vida es tiempo y espacio, y de éso únicamente puedo olvidarme en sueños. Quizás cuando mi vida ya no sea vida no seré tampoco espacio y tiempo, pero hasta entonces seguiré creyendo en ti.

dilluns, 26 de novembre del 2007

Diabetes

Miro la luz ámbar, pesada, sofocante, de una farola en la noche. El intenso mirar me ciega y me deforma la realidad hasta convertirla en un destello amarillo. El atolondramiento en que estaba sumido mi cuerpo se convierte en cansancio y las ideas se agolpan en mi cabeza. Absorta en mis pensamientos en un bordillo cualquiera, de una acera cualquiera, de una calle cualquiera,esa maldita luz amarilla comienza a invadirme y a inundarme de desaliento y desánimo. Como un día de lluvia, o una tarde de domingo sóla, un callejón teñido de ocre me provoca una angustia desgarradora. Veo a mis compañeros riéndose: "Mírala se ha quedado atontada, lo que se habrá metido". Están tan bebidos que no recuerdan mi condenada diabetes. Como desearía ser un Baco inconsciente, que sin preocuparse de por qué y para qué, se limitara a vivir.
Quiero dejarme arrastrar por la ebriedad, quiero olvidar el sin sentido de la vida, mis contradicciones, mi insignificancia, quiero olvidar que estoy aquí y yo no lo he decidido. Pero no puedo. Entre las risas, las bromas y los empujones siento la soledad como se siente el frío, calándome en los huesos. Sola entre la multitud. Encerrada en mis pensamientos. La diversión, el amor, la música, la amistad me cobijan ante la negra tormenta que es sentirse viva. Pero tumbada en la cama con los ojos en blanco o sentada ante una farola, mis oscuras ideas me atrapan desprevenida y me torturan. Entonces cojo un papel que, tácito, escucha mis gritos, mis ruegos y mis lloros. Mi desconsuelo y mi dolor son la semilla necesaria para crear. El arte surge de la tragedia y el sufrimiento. Escribir me rescata de mi misma, me obliga a mover la mano, me devuelve a la actividad y me libera del desamparo de las ideas. Es la magia de las palabras.

dimecres, 21 de novembre del 2007

Oda

Voy sabiendo algo de ti que me complace. Cuándo te da la gana ríes como un torrente. Rehúsas la tristeza, pero valoras la melancolía. Amas a quien te ama y no es culpa tuya, eres como eres. Recuerdas bien el sabor de lo bello, lo bueno, lo tierno y lo inocente y recoges las fresas salvajes del camino antes de que las aplaste la bota del tiempo que se escurre. Amas las cosas grandes y las pequeñas: al sol y a los niños.
Tus ojos brillan, tu deseo titila, tu fantasía tiene alas y alargas las noches de los sábados en vigilias de música y besos. De tarde en tarde te confiesas a otro corazón que te comprende.
Defines la libertad como la posibilidad de hacer lo que te gusta y sacas la lengua a la hipocresía y a las palabras carentes de sentido. Te miras al espejo y te encuentras digna de tu propia amistad. Prefieres desgastarte a enmohecerte, y éso me gusta. Admiro también la dispersión generosa de tus encantos y el ímpetu que asoma a tus ojos cuando te irritas. Eres gloriosamente ilógica y caprichosamente contradictoria, como la vida.
Ahora dame la mano, ya lo sabes, te quiero.