Siento el frío del banco de metal que me sostiene. Me alejo con el tren que lentamente vomita una espuma agria y caliente. El aroma de la desesperación va calando en mis huesos, que sólo aspiran a encontrar el sosiego en la oscuridad remota. Donde la luz no permita sombras ni destellos que reboten. La gente, gris y alienada, mira. Me mira y me señala con sus dedos, delatándome. Me roen recuerdos que queman mi dignidad. O quizás ya ni la destruyen, porque se extinguió con mis súplicas. Sembrar en el corazón la semilla de la humillación, si es por amor, debe ser maravilloso, pues la correspondencia del amado riega la tierra seca del amante y nace un árbol frondoso y fértil. Porque las penas y la desesperación de la sequedad del crudo invierno se diluyen ante la llegada húmeda y copiosa de la primavera que trae lluvias de afecto. Y florecen triunfantes los pechos de los amantes.
Pero tu frío ha resecado mi arena. Has hecho que se haya consumido en vano mi entrega. Ahora, ya sólo puedo irme lejos, en busca de un cobijo para mis enjutos sueños. Lejos del objeto de mi perdición. Lejos de ti. Pero mi voz seguirá repitiendo tus duras respuestas. Roeré tus oídos haciéndote prisionero de tus propias dudas. Conseguiste mi destrucción dedicándote palabras amables. Sólo a ti, sólo contigo. Siempre ocupado en cuestionar tu armonía. El único centro de tu persona eras tú mismo: tus formas, tu aroma, tu tacto, tu voz... Tu imagen derrotó las delicias que yo te ofrecía, las pisoteó. Nada me queda, nada. Sólo una voz que se lanza al vacío. Era la música lo que nos acercaba. Fue obsesión lo que aisló. Y es mi derrota lo que me arrastra ahora.
Pero, aunque me he rendido, después de haber perdido, te he dejado un tormento tortu-ra de amor. Porque fue mi voz grave y mi timbre profundo lo que bailabas en tu escena en el momento en que los espejos te mostraron tu belleza endemoniada, que me enloquecía. Y, escuchando mi canto, enloqueciste, vencido también por tu belleza. La causa de mi martirio fue tu amor egoísta, enfermizo.
La única prenda de venganza que te he dejado antes de partir, es el reflejo indefinido de mi voz. Repetiré con el mismo tono cada lamento cegado que escupas. Tú no ves la realidad sólo persigues reflejos. Yo perseguiré tus palabras ímpias manchadas por la atracción de tus líneas. Yo seguiré repitiendo tus preguntas, y las haré perpetuas ahogándote el silencio. Mientras tú sigues en tu sala, bailando. Con una clase y un estilo afectados. Fijado en el frío cristal. En un llano cristal. En simple cristal.
Desaparezco. Mis huesos espolvoreados por el viento del desprecio se pierden por las grietas del olvido. Fisuras sin fondo abiertas por tus burlas y tus rechazos cortantes. Pero mientras me confundo con la tierra en las entrañas del mundo feliz que me has prohibido, puedo oír. Oírte. Oír mi propia voz repitiendo tu llanto. Redobla absoluto mi sonido, agudo y definitivo. Reproduce mi tono el preludio de tu fin, duplicando el sufrimiento que sientes. Perpetuando la angustia que te invade al descubrir que tu afilada imagen se desmenuza, que trizas de tu fiel reflejo cristalino cortan tus ideales, te arrebatan la vida. Puedo oír tu último adiós. Te arrepientes ahora de haber saltado hacia tu único deseo, confinado a no alcanzarte. Has osado arremeter con pasión el cuerpo que te sedujo, rompiendo el eje que te igualaba a él, a tu visión perfecta. Frívola, incorpórea, inaccesible.
Ya se clava mi vacío en la nada, retorna una y otra vez la prueba de tu fracaso, de tu perdición maldita. Se han cumplido los temores, los presagios de tus padres. Sólo perdura mi venganza inútil que resuena acompasando nuestras muertes.
dijous, 29 de novembre del 2007
dimarts, 27 de novembre del 2007
La persistencia de la memoria
Creo que fue por culpa de la persistencia de la memoria el hecho de que los relojes derretidos anulen mis horas.
Mientras observo las imágenes suscitadas por una libre asociación de ideas, no entra en mí ni Dalí, ni su mito, ni tan siquiera el genio que lo creó. Puedo desconocer totalmente la teoría "paranoica-crítica", los estilos minuciosos y los realistas; y sin embargo sentir que yo me fundo progresivamente con los relojes, que olvido a pesar de una persistente memoria y que empiezo a prescindir de un título, de un autor, y de una fecha. No es un mero contacto sensible con un lienzo, sino que me integro en algo que ni siquiera entiendo. ¿Paradógico y extraño?. No lo creas; es un pasaje de los más cotidianos que he podido vivir; cada día me integro en una sociedad que no entiendo y vivo en un cuerpo que, dado que tampoco entiendo, transformo según mi razón e incluso a veces según mi pasión. Es en esos momentos cuando logro aislarme de todo cuando envidio esa capacidad de disolución y deformación de los objetos, y es entonces cuando me enfrento a las figuras geométricas y a ese substratum que me recuerdan que mi vida es tiempo y espacio, y de éso únicamente puedo olvidarme en sueños. Quizás cuando mi vida ya no sea vida no seré tampoco espacio y tiempo, pero hasta entonces seguiré creyendo en ti.
Mientras observo las imágenes suscitadas por una libre asociación de ideas, no entra en mí ni Dalí, ni su mito, ni tan siquiera el genio que lo creó. Puedo desconocer totalmente la teoría "paranoica-crítica", los estilos minuciosos y los realistas; y sin embargo sentir que yo me fundo progresivamente con los relojes, que olvido a pesar de una persistente memoria y que empiezo a prescindir de un título, de un autor, y de una fecha. No es un mero contacto sensible con un lienzo, sino que me integro en algo que ni siquiera entiendo. ¿Paradógico y extraño?. No lo creas; es un pasaje de los más cotidianos que he podido vivir; cada día me integro en una sociedad que no entiendo y vivo en un cuerpo que, dado que tampoco entiendo, transformo según mi razón e incluso a veces según mi pasión. Es en esos momentos cuando logro aislarme de todo cuando envidio esa capacidad de disolución y deformación de los objetos, y es entonces cuando me enfrento a las figuras geométricas y a ese substratum que me recuerdan que mi vida es tiempo y espacio, y de éso únicamente puedo olvidarme en sueños. Quizás cuando mi vida ya no sea vida no seré tampoco espacio y tiempo, pero hasta entonces seguiré creyendo en ti.
dilluns, 26 de novembre del 2007
Diabetes
Miro la luz ámbar, pesada, sofocante, de una farola en la noche. El intenso mirar me ciega y me deforma la realidad hasta convertirla en un destello amarillo. El atolondramiento en que estaba sumido mi cuerpo se convierte en cansancio y las ideas se agolpan en mi cabeza. Absorta en mis pensamientos en un bordillo cualquiera, de una acera cualquiera, de una calle cualquiera,esa maldita luz amarilla comienza a invadirme y a inundarme de desaliento y desánimo. Como un día de lluvia, o una tarde de domingo sóla, un callejón teñido de ocre me provoca una angustia desgarradora. Veo a mis compañeros riéndose: "Mírala se ha quedado atontada, lo que se habrá metido". Están tan bebidos que no recuerdan mi condenada diabetes. Como desearía ser un Baco inconsciente, que sin preocuparse de por qué y para qué, se limitara a vivir.
Quiero dejarme arrastrar por la ebriedad, quiero olvidar el sin sentido de la vida, mis contradicciones, mi insignificancia, quiero olvidar que estoy aquí y yo no lo he decidido. Pero no puedo. Entre las risas, las bromas y los empujones siento la soledad como se siente el frío, calándome en los huesos. Sola entre la multitud. Encerrada en mis pensamientos. La diversión, el amor, la música, la amistad me cobijan ante la negra tormenta que es sentirse viva. Pero tumbada en la cama con los ojos en blanco o sentada ante una farola, mis oscuras ideas me atrapan desprevenida y me torturan. Entonces cojo un papel que, tácito, escucha mis gritos, mis ruegos y mis lloros. Mi desconsuelo y mi dolor son la semilla necesaria para crear. El arte surge de la tragedia y el sufrimiento. Escribir me rescata de mi misma, me obliga a mover la mano, me devuelve a la actividad y me libera del desamparo de las ideas. Es la magia de las palabras.
Quiero dejarme arrastrar por la ebriedad, quiero olvidar el sin sentido de la vida, mis contradicciones, mi insignificancia, quiero olvidar que estoy aquí y yo no lo he decidido. Pero no puedo. Entre las risas, las bromas y los empujones siento la soledad como se siente el frío, calándome en los huesos. Sola entre la multitud. Encerrada en mis pensamientos. La diversión, el amor, la música, la amistad me cobijan ante la negra tormenta que es sentirse viva. Pero tumbada en la cama con los ojos en blanco o sentada ante una farola, mis oscuras ideas me atrapan desprevenida y me torturan. Entonces cojo un papel que, tácito, escucha mis gritos, mis ruegos y mis lloros. Mi desconsuelo y mi dolor son la semilla necesaria para crear. El arte surge de la tragedia y el sufrimiento. Escribir me rescata de mi misma, me obliga a mover la mano, me devuelve a la actividad y me libera del desamparo de las ideas. Es la magia de las palabras.
dimecres, 21 de novembre del 2007
Oda
Voy sabiendo algo de ti que me complace. Cuándo te da la gana ríes como un torrente. Rehúsas la tristeza, pero valoras la melancolía. Amas a quien te ama y no es culpa tuya, eres como eres. Recuerdas bien el sabor de lo bello, lo bueno, lo tierno y lo inocente y recoges las fresas salvajes del camino antes de que las aplaste la bota del tiempo que se escurre. Amas las cosas grandes y las pequeñas: al sol y a los niños.
Tus ojos brillan, tu deseo titila, tu fantasía tiene alas y alargas las noches de los sábados en vigilias de música y besos. De tarde en tarde te confiesas a otro corazón que te comprende.
Defines la libertad como la posibilidad de hacer lo que te gusta y sacas la lengua a la hipocresía y a las palabras carentes de sentido. Te miras al espejo y te encuentras digna de tu propia amistad. Prefieres desgastarte a enmohecerte, y éso me gusta. Admiro también la dispersión generosa de tus encantos y el ímpetu que asoma a tus ojos cuando te irritas. Eres gloriosamente ilógica y caprichosamente contradictoria, como la vida.
Ahora dame la mano, ya lo sabes, te quiero.
Tus ojos brillan, tu deseo titila, tu fantasía tiene alas y alargas las noches de los sábados en vigilias de música y besos. De tarde en tarde te confiesas a otro corazón que te comprende.
Defines la libertad como la posibilidad de hacer lo que te gusta y sacas la lengua a la hipocresía y a las palabras carentes de sentido. Te miras al espejo y te encuentras digna de tu propia amistad. Prefieres desgastarte a enmohecerte, y éso me gusta. Admiro también la dispersión generosa de tus encantos y el ímpetu que asoma a tus ojos cuando te irritas. Eres gloriosamente ilógica y caprichosamente contradictoria, como la vida.
Ahora dame la mano, ya lo sabes, te quiero.
dimecres, 14 de novembre del 2007
Con el tiempo
Tal vez fue una coincidencia, un azar loco e impredecible que les llevó a encontrarse esa tarde en el parque. Quizás no. Lo cierto es que, tras doce años, la vió, sentada distraída en una terraza, mirando con la vista perdida en el horizonte. Se saludaron calurosamente. El tiempo, como un viento suave pero constante, les había cambiado, y cruzaron sonrisas de complicidad, entre tímidas y felices, viéndose familiares a la vez que tan distintos.
Pasaron las horas fugazmente, paseando juntos, riendo, recordando anécdotas, bromas, penas y alegrías compartidas en el pasado. Disfrutaron de la compañía mutua, hablando de viejas historias de profesores y riñas, de risas y sinsabores, de luces y sombras. El recuerdo, la nostalgia, dormía pero no moría, y se sorprendían mutuamente desenterrando del baldío que es la memoria sueños y sonrisas que sólo la compañía consiguió encontrar. Las anécdotas gustaban por la complicidad, por el gozo de una bufonada compartida que el tiempo había conseguido suavizar.
Se vieron uno y otro, años ha, juntos, risueños, con una amistad y admiración mutua que habían llamado enamoramiento. Al primer comentario, él se sonrojaba, entre la vergüenza de un error infantil y la ilusión por un sentimiento pasado, mientras ella reía, divertida rememorando situaciones vividas hacía doce años. Estuvieron un rato mirándose, en silencio, mientras el día empezaba a declinar, como tratando de ver, de explorar los pensamientos del otro. Sonrieron tímidamente, sabiendo lo que cada uno trataba de hacer. Finalmente, ella se giró, y con una carcajada infantil, lo tomó de la mano y echó a correr hacia el tiovivo.
Subieron juntos, ella aún riendo, él en silencio, mirada perdida, sonrisa triste. Siguieron hablando al rato, melancólico él, sorprendida ella del cambio. No reconocía entre las nieblas de su memoria haberlo visto nunca así. Entre el giro y la música animada de la feria, una duda cruzó su mente, para alejarse rápidamente.
Al rato continuaron, ya más tranquilos, él aún sumido en un mar de dudas, ella todavía risueña, como si su recuerdo se negara a aceptar el paso del tiempo. Doce años de memoria anclada en el tiempo, en la nostalgia de un viejo amigo idealizado, eran demasiados para comprender que el tiempo, firme, lenta, pausadamente, había cambiado el carácter y la vida de ambos.
Cuando sentados frente a frente en una terraza medio vacía de la feria, él explicó, con voz lenta, calmada, lo que ella temía, giró la cabeza lejos, hacia un tiempo que no regresaría. Continuó hablando, voz profunda, humilde, serena, sobre tiempos pasados, sobre vivencias de dos personas que habían cambiado, sobre dos mundos distintos, lejanos y cercanos a la vez, pero que ya no volverían. Tiempos lejanos ya. Él se levantó, gesto cansino, voz pausada, mirada comprensiva, mientras ella quedaba sentada, con gesto ausente, triste y resignado, mirando lejos, no sin nostalgia, a dos personas que no se volverían a ver más. Se despidieron en silencio, agradecidos pero tristes, con una mirada fugaz, corta pero llena de sentido. Después se giraron, mientras la música repetitiva y machacona de la feria les dolía tanto como lo hacía el recuerdo.
Pasaron las horas fugazmente, paseando juntos, riendo, recordando anécdotas, bromas, penas y alegrías compartidas en el pasado. Disfrutaron de la compañía mutua, hablando de viejas historias de profesores y riñas, de risas y sinsabores, de luces y sombras. El recuerdo, la nostalgia, dormía pero no moría, y se sorprendían mutuamente desenterrando del baldío que es la memoria sueños y sonrisas que sólo la compañía consiguió encontrar. Las anécdotas gustaban por la complicidad, por el gozo de una bufonada compartida que el tiempo había conseguido suavizar.
Se vieron uno y otro, años ha, juntos, risueños, con una amistad y admiración mutua que habían llamado enamoramiento. Al primer comentario, él se sonrojaba, entre la vergüenza de un error infantil y la ilusión por un sentimiento pasado, mientras ella reía, divertida rememorando situaciones vividas hacía doce años. Estuvieron un rato mirándose, en silencio, mientras el día empezaba a declinar, como tratando de ver, de explorar los pensamientos del otro. Sonrieron tímidamente, sabiendo lo que cada uno trataba de hacer. Finalmente, ella se giró, y con una carcajada infantil, lo tomó de la mano y echó a correr hacia el tiovivo.
Subieron juntos, ella aún riendo, él en silencio, mirada perdida, sonrisa triste. Siguieron hablando al rato, melancólico él, sorprendida ella del cambio. No reconocía entre las nieblas de su memoria haberlo visto nunca así. Entre el giro y la música animada de la feria, una duda cruzó su mente, para alejarse rápidamente.
Al rato continuaron, ya más tranquilos, él aún sumido en un mar de dudas, ella todavía risueña, como si su recuerdo se negara a aceptar el paso del tiempo. Doce años de memoria anclada en el tiempo, en la nostalgia de un viejo amigo idealizado, eran demasiados para comprender que el tiempo, firme, lenta, pausadamente, había cambiado el carácter y la vida de ambos.
Cuando sentados frente a frente en una terraza medio vacía de la feria, él explicó, con voz lenta, calmada, lo que ella temía, giró la cabeza lejos, hacia un tiempo que no regresaría. Continuó hablando, voz profunda, humilde, serena, sobre tiempos pasados, sobre vivencias de dos personas que habían cambiado, sobre dos mundos distintos, lejanos y cercanos a la vez, pero que ya no volverían. Tiempos lejanos ya. Él se levantó, gesto cansino, voz pausada, mirada comprensiva, mientras ella quedaba sentada, con gesto ausente, triste y resignado, mirando lejos, no sin nostalgia, a dos personas que no se volverían a ver más. Se despidieron en silencio, agradecidos pero tristes, con una mirada fugaz, corta pero llena de sentido. Después se giraron, mientras la música repetitiva y machacona de la feria les dolía tanto como lo hacía el recuerdo.
divendres, 9 de novembre del 2007
Si la música bailase...
Si la música bailase al compás de los vientos
y se balanceasen las ramas acariciando los sonidos;
si las olas murmurasen infinitos cuentos
entre vientos, ramas y olas, silenciosos serían los ruidos.
Si la niebla huyera despejando la sombra eterna
y la luz iluminase las verdades contadas;
si las dudas muriesen vencidas por la certeza
entre sombra y verdades, transparentes serían las miradas.
Si los cuentos llenasen de infancia nuestros oídos
y la inocencia tapase las grietas de las palabras;
si los ojos brillasen reflejo del sentimiento
entre cuentos y brillos, bondadosas serían las almas.
Pero si no callan los ruidos y son turbias las miradas,
y se tambalean las verdades en otro tiempo afirmadas
¿es la luna quién perfila la noche
o es tán sólo una mentira endulzada?
y se balanceasen las ramas acariciando los sonidos;
si las olas murmurasen infinitos cuentos
entre vientos, ramas y olas, silenciosos serían los ruidos.
Si la niebla huyera despejando la sombra eterna
y la luz iluminase las verdades contadas;
si las dudas muriesen vencidas por la certeza
entre sombra y verdades, transparentes serían las miradas.
Si los cuentos llenasen de infancia nuestros oídos
y la inocencia tapase las grietas de las palabras;
si los ojos brillasen reflejo del sentimiento
entre cuentos y brillos, bondadosas serían las almas.
Pero si no callan los ruidos y son turbias las miradas,
y se tambalean las verdades en otro tiempo afirmadas
¿es la luna quién perfila la noche
o es tán sólo una mentira endulzada?
dijous, 8 de novembre del 2007
Grey's Anatomy
"I could promise to hold you, and to cherish you. I could promise to be there, in sickness and in health. I could say 'til death do us part, but I won't. Those vows are for optimistic couples, the ones full of hope. I do not stand here on my wedding day optimistic or full of hope. I am not optimistic, I am not hopeful. I am sure. I am steady. And I know I am a heart man, take them apart, put them back together. I hold them in my hands. I am a heart man. So this, I am sure.
You are my partner, my lover, my very best friend. My heart, my heart, beats for you. And on this day, the day of our wedding, I promise you this. I promise you to lay my heart in the palm of your hands. I promise you...me".
You are my partner, my lover, my very best friend. My heart, my heart, beats for you. And on this day, the day of our wedding, I promise you this. I promise you to lay my heart in the palm of your hands. I promise you...me".
dimarts, 6 de novembre del 2007
Tras la soledad serena...
Las luces de la gran ciudad brillaban lejos, astros tenues de un mundo de sueños, mientras la luna iluminaba las olas de un mar plácido y cansino. La noche era fría y solitaria en la habitación del melancólico poeta de odas tristes, que escribía con gesto complacido al lado de su ventana. Una música suave se deslizaba desde el viejo transistor, sus manos moviéndose con calma por el raído teclado, su eterna sonrisa lánguida, sus ojos entre vivaces y apagados, dudando entre la alegría y la pena.
Pensativo, soñador, como un romántico que recita poemas ampulosamente vacíos, jugando a ser Dios en un escrito, retocando, corrigiendo, gozando de su pequeña y efímera creación, se gira y vuela sobre la luz de la luna hacia el horizonte. Murmura, tímido, dos palabras y un recuerdo, y continúa en su pequeño mundo, obcecado por rozar una huidiza perfección. Sus manos siguen vagando, lentas, serenas, formando ideas, frases y sueños al son de viejas baladas, quizás sombras de un pasado. El autor, ya satisfecho, finaliza con una sonrisa, y lee, complacido, las reglas de su propio juego.
Cansado, el poeta se levanta orgulloso, feliz con su mundo etéreo.
Mientras él, tranquilo en su noche fría y solitaria, se aleja del papel, dejando su obra tras la magia de unas letras, otra obra mayor continúa lejos, más allá de su habitación y de su soledad serena. Una obra que el poeta mira y admira, llorando cuando toca y riendo cuando puede; sin embargo, a pesar de las gracias, de los sollozos y las muertes, el pobre hombre la maldice, porque ni la controla ni la comprende. Sus versos quizás no son más que sueños, argumentos que él espera y no siente, esperanzas sin sentido de un mundo que no entiende.
Tras la soledad serena y la tenue y lánguida música, el poeta llora en silencio, autor de sus propias lágrimas.
Pensativo, soñador, como un romántico que recita poemas ampulosamente vacíos, jugando a ser Dios en un escrito, retocando, corrigiendo, gozando de su pequeña y efímera creación, se gira y vuela sobre la luz de la luna hacia el horizonte. Murmura, tímido, dos palabras y un recuerdo, y continúa en su pequeño mundo, obcecado por rozar una huidiza perfección. Sus manos siguen vagando, lentas, serenas, formando ideas, frases y sueños al son de viejas baladas, quizás sombras de un pasado. El autor, ya satisfecho, finaliza con una sonrisa, y lee, complacido, las reglas de su propio juego.
Cansado, el poeta se levanta orgulloso, feliz con su mundo etéreo.
Mientras él, tranquilo en su noche fría y solitaria, se aleja del papel, dejando su obra tras la magia de unas letras, otra obra mayor continúa lejos, más allá de su habitación y de su soledad serena. Una obra que el poeta mira y admira, llorando cuando toca y riendo cuando puede; sin embargo, a pesar de las gracias, de los sollozos y las muertes, el pobre hombre la maldice, porque ni la controla ni la comprende. Sus versos quizás no son más que sueños, argumentos que él espera y no siente, esperanzas sin sentido de un mundo que no entiende.
Tras la soledad serena y la tenue y lánguida música, el poeta llora en silencio, autor de sus propias lágrimas.
dijous, 1 de novembre del 2007
Avui, actualitza la germana petita! :)
Esta es la historia de una joven. Ella era una chica alegre, divertida, dulce y siempre tenía sonrisas, abrazos y besos para compartir. Su madre decía que era como un ángel, pues igual que toda su familia, la quería muchísimo. Tenía todo su apoyo en todas sus decisiones y siempre, siempre, estaban a su lado. No le sobraban los amigos, pero tampoco le faltaban. No quería amigos pasajeros, decía que prefería invertir el tiempo en poca gente y dedicarse a aprender a quererlos tanto como pudiese durante toda la vida, antes que tener a muchos conocidos pero nadie con quien compartir sentimientos aficiones, risas, lágrimas y en definitiva, una amistad, un mundo. Todos ellos se marcharían con el tiempo y la olvidarían, y ¿con qué se quedaría ella al final? ¿Con el recuerdo? No le parecía suficiente. Ella quería más: verdaderos amigos que no la olvidaran nunca. Sí, era ambiciosa, pero también ingenua e inocente, y eso la llevó a tomar la más importante de todas las decisiones que había tomado en su vida.
Esta es la historia de una joven que aunque no se valoraba lo suficiente, los demás lo hacían por ella y esperaban mucho –quizás demasiado- de su parte. Atenta, escuchaba las preocupaciones de cualquiera que necesitara ser escuchado y conseguía dibujarle una sonrisa con bastante facilidad. Sabía de antemano que no era perfecta ni mucho menos, pero conseguir la sonrisa de alguien hacía que se sintiese especial.
Esta es la historia de una joven que nunca se gustó a si misma, pero sabía que las personas que le importaban no la querían ni la querrían nunca por ser o no bonita, delgada, con piernas largas o por tener el pelo oscuro y ondulado. No era como la mayoría de las chicas de su edad. Los chicos, tampoco se le dieron nunca bien. Tímida, vergonzosa y nada segura de si misma, no se atrevía a ser rechazada. Sólo quiso a uno, y aunque deseaba sentirse querida de nuevo por alguien que no fuera de su familia o de sus amigos, decidió no volver a atreverse para no volver a sufrir.
Esta es la historia de una joven que nunca valoró todo lo que tenía, aunque sabía sin saberlo que era lo mejor que podía existir en el mundo. A pesar de sus defectos, se consideraba afortunada, pues tenía familia, salud, amigos, inteligencia y por qué no decirlo, no le faltaba dinero. Lo único que no tenía todavía en su vida era el amor, pero era joven, y a sus dieciocho años no le preocupaba demasiado, porque tenía confianza en encontrarlo algún día.
Esta es la historia de una joven que tenía un sueño. Ella quería tener un futuro, y a medida que éste se acercaba, veía que no era como quería que fuese, como el que siempre había deseado. Una noche, lloraba mientras dormía, y soñó con Él. Alcanzar su más deseado sueño estaba a tan sólo una palabra de distancia. Ya casi podía palparlo. En el momento en que ella dijera “sí”, se haría realidad. Sin pensar y dejándose llevar por la ambición, articuló la palabra que la condenaría. Al despertarse, sobresaltada y bañada en un sudor frío decidió tomar una ducha e intentó convencerse de que lo que había soñado la noche anterior se había quedado allí, entre las sábanas.
Esta es la historia de una joven cuyo sueño la traicionó. A partir de esa noche, todo cambió y ella jamás volvió a ser la joven dulce que regalaba sonrisas. Se dedicó plenamente a la realización de su sueño y aunque quería atender a los suyos, ellos la rechazaban porque ahora era fría, arisca, falsa y no tenía tiempo para ellos. Ya no quedaba nada más que una vulgar imitación de la joven que un día fue y que todos habían querido.
Esta es la historia de una joven que renunció a todo cuanto tenía por su sueño. Lo dejó todo. Lo abandonó todo. Soñar es bueno, pero es peligroso. Ella quería ver cumplido su mayor deseo, y ahora estaba sola. Si alguna vez fue feliz, ya no se acordaba de ello.
Esta es la historia de una joven que pactó con Él y le ofreció su vida entera a cambio de su sueño. Esta es la historia de una joven que se quedó con nada y fue condenada por aceptar un trato que jamás debió aceptar. Esta es la historia de una joven que está escribiendo su última carta y que espera a que Él venga a buscar lo último que le queda, su alma.
Esta es la historia de una joven que aunque no se valoraba lo suficiente, los demás lo hacían por ella y esperaban mucho –quizás demasiado- de su parte. Atenta, escuchaba las preocupaciones de cualquiera que necesitara ser escuchado y conseguía dibujarle una sonrisa con bastante facilidad. Sabía de antemano que no era perfecta ni mucho menos, pero conseguir la sonrisa de alguien hacía que se sintiese especial.
Esta es la historia de una joven que nunca se gustó a si misma, pero sabía que las personas que le importaban no la querían ni la querrían nunca por ser o no bonita, delgada, con piernas largas o por tener el pelo oscuro y ondulado. No era como la mayoría de las chicas de su edad. Los chicos, tampoco se le dieron nunca bien. Tímida, vergonzosa y nada segura de si misma, no se atrevía a ser rechazada. Sólo quiso a uno, y aunque deseaba sentirse querida de nuevo por alguien que no fuera de su familia o de sus amigos, decidió no volver a atreverse para no volver a sufrir.
Esta es la historia de una joven que nunca valoró todo lo que tenía, aunque sabía sin saberlo que era lo mejor que podía existir en el mundo. A pesar de sus defectos, se consideraba afortunada, pues tenía familia, salud, amigos, inteligencia y por qué no decirlo, no le faltaba dinero. Lo único que no tenía todavía en su vida era el amor, pero era joven, y a sus dieciocho años no le preocupaba demasiado, porque tenía confianza en encontrarlo algún día.
Esta es la historia de una joven que tenía un sueño. Ella quería tener un futuro, y a medida que éste se acercaba, veía que no era como quería que fuese, como el que siempre había deseado. Una noche, lloraba mientras dormía, y soñó con Él. Alcanzar su más deseado sueño estaba a tan sólo una palabra de distancia. Ya casi podía palparlo. En el momento en que ella dijera “sí”, se haría realidad. Sin pensar y dejándose llevar por la ambición, articuló la palabra que la condenaría. Al despertarse, sobresaltada y bañada en un sudor frío decidió tomar una ducha e intentó convencerse de que lo que había soñado la noche anterior se había quedado allí, entre las sábanas.
Esta es la historia de una joven cuyo sueño la traicionó. A partir de esa noche, todo cambió y ella jamás volvió a ser la joven dulce que regalaba sonrisas. Se dedicó plenamente a la realización de su sueño y aunque quería atender a los suyos, ellos la rechazaban porque ahora era fría, arisca, falsa y no tenía tiempo para ellos. Ya no quedaba nada más que una vulgar imitación de la joven que un día fue y que todos habían querido.
Esta es la historia de una joven que renunció a todo cuanto tenía por su sueño. Lo dejó todo. Lo abandonó todo. Soñar es bueno, pero es peligroso. Ella quería ver cumplido su mayor deseo, y ahora estaba sola. Si alguna vez fue feliz, ya no se acordaba de ello.
Esta es la historia de una joven que pactó con Él y le ofreció su vida entera a cambio de su sueño. Esta es la historia de una joven que se quedó con nada y fue condenada por aceptar un trato que jamás debió aceptar. Esta es la historia de una joven que está escribiendo su última carta y que espera a que Él venga a buscar lo último que le queda, su alma.
Lara.*
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